sábado, 23 de agosto de 2008

Por ser infiel murió mi relación (intenté, probé y todo se marchitó)

En la vida no todo es como parece. Nunca pensé estar en un punto trágico, muerto como en el que mi cuerpo reposa en agonía hoy. Lastimosamente, desperdicié toda una vida, una pasión y un amor por dar gusto a mis deseos carnales, por pensar que no era más que eso. Gran equivocación. ¡Qué gran dolor!

Todo iba muy bien en mi relación, podria decirse que teniamos en conjunto un afecto que era de envidiar, una mirada entre nosotros que ante los ojos de los demás nos hacía inmortales. De gran capacidad y entendimiento, nos encontrábamos dentro de lo que podia ser, una relación casi perfecta.

En diez meses estábamos en el punto que marcaría una diferencia, que generaría una inmensa brecha de mar descontrolado, con vientos, corrientes y dos ahogados.

Manera ruin en la que yo, un día de profundo dolor, mezclado con rencor, salí en busca de una venganza. Queria hacer sufrir a mi pareja, no le perdonaba que por un lado, me dijera que era sincero, y por otro, yo me enterara de cosas y situaciones de las cuales él, por temor a mi rancia y mal habida reacción se negaba de contarme.

Actué sin razón, de mal humor. Me adentré en un sauna de una zona poco transitada en una tarde de intenso sol. No salí hasta no haber dado de mí, más de lo que nunca antes había sido capaz de dar. Seis venidas cargadas, de odio, de dolor, de desesperación, mas nunca de satisfacción. Se disfrutó pero pronto padecí el más terrible dolor.

Oh! Que vida tan llena de altibajos, que sancadilla me he yo mismo propiciado, caí de frente, rompí mi naríz y quedé ciego. Ya no volví a sentir el olor de mi pareja ni sus dulces besos. Se convirtió en pesadilla aquel amor que despertaba envidias en toda esquina.

Oh! Vida mal habida, error irremediable, dolor que indunda hasta la más cerrada de mis uñas.

Me equivoqué, y perdí todo. Nunca debí haberlo echo, y a pesar de haberlo hablado con él, y de él haberme perdonado, no soporto recordar el momento en que su corazón se partió en mil pedazos, es su único recuerdo ahora, ahora, antes de saltar al hueco, de lanzarme al abismo, de no volver al cielo. Pues es el infierno, el que con sus puertas abiertas, espera mi ingreso, en donde me esperan muchos cuerpos, mucho sexo, mucho dolor, sexo que duele, sexo que no ama, sexo que daña, sexo que pudre hasta la más pura papaya.

Estas son pues, las últimas palabras de un hombre que ante la desgracia y el no dominio ni control de la rabia, perdió todo sentido y disparó a su mismo pecho con el arma que pensaba, utilizar para ganar la batalla, y sucumbió ante el deseo.

Nunca más pudo recuperar su honor, nunca más pudo disfrutar de hacer el amor, la eyaculación venia con dolor. Pesadilla había convertido la relación. Al diablo que ni el mejor postor, pudo ni tuvo, cómo recobrarse del dolor. Nunca más hubo alegrias, solo llanto y sollozo en oscuridad abatida.

Y aunque este hombre, fue perdonado por su amado, nunca se perdono él. Que ante lo más despreciado, se haya él, entregado. Tan ingenuo que pensó que solo de carne se trataba, pero ahora confirmó, que su corazón destruyó. La vida de su amado terminó, y la suya no volvió a contemplar.

Oh amado, que en paz descanses, estás tú en el cielo, yo me dirijo al infierno, pero no quiero dar tregua a un suspiro más, que esta vida un suplicio se ha vuelto. Vigila mi alma castigada desde lo alto de los cielos, yo espero, olvidarme de tí. Nunca amé a otro, pero en el olvidó tendrás que esperar.


Ahora que te fuiste
pensé que iba a estar triste
y cual fue mi sorpresa
que ya no te extrañé,
y me quedé pensando
¿qué me estará pasando?
Que ahora me parece
que todo lo soñé.

Quizás jamás te quise
como siempre te dije
yo te necesitaba
quizás por soledad.
Pero te fuiste tantas
tantas, tantas veces
pagando estás con creces
tu infidelidad.

Ahora estoy tranquila,
yo ya no vuelvo contigo, no.
Quiero ser como era antes,
ya no quiero ser tu amante,
ya no.

Que tengas buena suerte,
si un día vuelvo a verte,
no quiero que me hables,
te pido ese favor.

Jamás nos conocimos,
jamás fuimos amigos,
todo fue un loco sueño,
del cual despierto hoy.

Quizás jamás te quise
como siempre te dije
yo te necesitaba
quizás por soledad.
Pero te fuiste tantas
tantas, tantas veces
pagando estás con creces
tu infidelidad.

Ahora estoy tranquila,
yo ya no vuelvo contigo, no.
Quiero ser como era antes,
ya no quiero ser tu amante,
ya no.
Ya no.
Ya no.


Juan Gabriel
La infidelidad

lunes, 18 de agosto de 2008

Por ser infiel mejoró mi relación (intenté, probé y me quedó gustando)

Para llevar un relación de escasos diez meses, ya habían pasado muchas cosas que me llevarian por el camino de la perdición. Con el riesgo de un resultado nefasto me adentré en algo que en este momento me es imposible dejar de realizar. Recuerdo con alguna melancolía ese Diciembre, en el que por impulso de una pelea, y un abandono, sumado a un deseo de venganza fuí en busca de una satisfacción. Dos pájaros de un solo tiro.

Aquel impulso se había dado porque un amigo muy cercano a mí se iba de viaje y yo estaba muy triste, motivo por el que había acudido a mi novio para que por favor me acompañara al aeropuerto. Ese día no lo llamé a avisarle que iba por él, y una vez en su casa, me abordó diciéndome que me había demorado y que ya estaba programado, que de malas, pero que no me acompañaba.

No sabía como iba a ser el resultado ni el transcurso de aquella acción. Aún así y dispuesto a asumir lo que fuera, comenzé a marcar el trayecto.

Fuí a un lugar en donde conocer a alguien no implicara sentarme a charlar, un lugar en donde podía cruzar dos palabras con alguien, incluso una mirada para entregarme a los placeres carnales del deseo sexual alimentado de una profunda tristeza, rabia y mucha pero mucha intriga.

Conocí a un hombre, apuesto, de cuerpo marcado y contextura gruesa. Nos presentamos, dijimos nuestros nombres, y nos entregamos a la faena. Él cumpliendo sus objetivos y yo, los míos. Terminó el encuentro. Hablamos un poco, y luego repetimos la pasión en menos de lo que canta un gallo.

En mi casa no dejaba de pensar en lo sucedido, me encontraba en un estado de éxtasis y por más que sentía que lo correcto seria sentirme mal, no era así. Me quedó gustando. Tomé la desición de guardar silencio de no contar nada y de seguir fomentando aquella aberración.

A mi siguiente encuentro con mi pareja todo estaba en calma. La charla fluida como siempre, el sentimiento de afecto no se había deteriorado. Y el sexo, igual. Era conciente de que mi cuerpo ya no pertenecía únicamente a él. Sin embargo, no me importaba, había dado un paso.

Desde ese momento, mis celos desaparecieron, no me importaba ya con quién estuviera él, o si hacia o no, si conocía a alguien o si se iba a conocer lugares como acostumbraba a hacer antes de conocerme. Me era indiferente, me daba igual, no me afectaba. Sin embargo, ante cualquier oportunidad o tiempo libre iba nuevamente en busca de nuevas experiencias, evidentemente con nuevos hombres.

En alguna ocasión se repitió un encuentro varias veces, el sentimiento sexual había dado paso a nuevos sentimientos, pensé en un nuevo amor. Pero se quedó así, me di cuenta que eso no era lo que queria, mucho menos lo que necesitaba porque a muchas de mis parejas les decía que era soltero, les ocultaba mi realidad de "estado civil".

Sexo pero no amor, sexo sin amor. Logré finalmente separar los dos términos que mantenian esas dos palabras juntas por tradición de parejas. Logré darme cuenta que uno podia ser felíz incluso acostándose con otros hombres, que el amor y el afecto seguían intactos. Que de alguna forma, de parte de los demás recibía muchas cosas que tal vez la cotidianidad de la relación hacía imposibles de ver. De alguna forma era mi refugio, ya no por sed de venganza ni por rencor, simplemente para dar un poco de variabilidad a mi vida sexual.

Hoy sigo con mi pareja, ya llevamos un año y medio, cada día el lazo se fortalece. Tal vez, en algún momento tome la desición de hablar de lo sucedido, tal vez nunca lo haga, y probablemente cuando me decida a hacerlo ya sea demasiado tarde. No lo sé. Lo cierto es que desde ese entonces, desde que comenzé una aventura que hoy sigo caminando, todo cambió y para bien, a veces la pasión en la cama incluso llega a estados que yo jamás habría imaginado de no ser por esa imprudencia que tomé. Me siento tranquilo conmigo mismo, de no celar y de no joderle la vida a mi pareja. De poder darle su libertad reprimida por obligarlo a estar rendido y sometido a mí.

Aún puedo decir que lo amo, que no espero enamorarme de nadie más, que mi vida no puede estar ligada a ese tipo de variable, esperando un nuevo amor para echar todo lo que hasta el momento he construido a la basura. Voy por un rumbo seguro, por un camino que estoy trazando, disfrutando de la cantidad de hombres que hay en este mundo para gozar. Finalmente es mi vida, de nadie más.



Esas pasiones son mi colección de sombrillas metafóricamente hablando.



Yo se que soy poco superficial
y que me manejo en la promiscuidad.
Sí, te voy a hablar con la verdad
para no perder el tiempo más.

(Sé que quieres, yo también,
te pongo a sudar y lo finges bien,
si quieres prudencia a nadie le diré,
y con elegancia yo te lo daré).

Sé que me quieres tener,
y yo te prometo,
prometo no hablarte de amor.

Me quieres tener.
Tu cuerpo descomunal,
sin indumentaria
lo quiero con todo respeto palpar.

Aaahh tu nombre olvidé yo preguntar,
dónde vives y cómo te gusta más,
quiero dejar algo en claro ya,
deseo hacerlo todo nada más.

(Tengo que advertirte, tienes que saber,
que igual no estaré al amanecer,
crees que solo te quiero para una vez,
pero sabes qué, dos estaría bien).

Sé que me quieres tener,
y yo te prometo,
prometo no hablarte de amor.

Me quieres tener.
Tu cuerpo descomunal,
sin indumentaria
lo quiero con todo respeto palpar.

Sensual, la depravación en mi es sensual, ruge mi nombre así sensual.

(Tengo que advertirte, tienes que saber,
que igual no estaré al amanecer,
crees que solo te quiero para una vez,
pero sabes qué, dos estaría bien).

Sé que me quieres tener,
y yo te prometo,
prometo no hablarte de amor.

Me quieres tener.
Tu cuerpo descomunal,
sin indumentaria
lo quiero con todo respeto palpar.


Panda
Procedimientos para llegar a un común acuerdo

martes, 12 de agosto de 2008

Cumplir consumarse y volver a nacer

Existía hace algún tiempo, un hombre. Un hombre trabajador, con comodidades, con retos, con tareas, con muchas virtudes y algunos defectos. Un hombre contagiado de la alegria de poder levantarse cada día y sentirse comprometido con algo nuevo para hacer, con algo que lo ayudara a vivir, que le diera sabor, alegrias y amarguras y que lo mantuviera en acción. Un hombre como cualquiera de nosotros. Un hombre, un hombre alentado a vivir por sus tareas, por sus deberes, por el deseo de cumplir con todo.

Aquella mañana despertó (su abuela había fallecido unos meses atrás, y él, como recuerdo último, tal vez como amuleto, tal vez con la idea en la cabeza, tomó de ella un recipiente repleto de pastillas para dormir, pensando tal vez, en que algún día iba a querer dormir para siempre, iba a necesitar dormir y no iba a tener sueño), decidido a llevar acabo su propósito para consigo mismo.

Ese día no había nada que hacer, hacia un sol impresionante, quemaba, nublaba la vista con el brillo que se reflejaba a lo largo de los colores que rodeaban la cuadra vista desde su ventana, había mucho silencio, y lo que le hacia desesperar un poco era pensar en que ya todo estaba cumplido. Su lista de deberes estaba completa, ese día, el hombre no debía ya dinero a nadie, tenia plata, tenia bienes propios, tenia pareja, tenia todo lo que generalmente las personas buscan a lo largo de la vida para sino ser del todo felices, al menos estar lo más cerca posible de la felicidad y la comodidad.

Pero no, no era esto lo que queria el hombre, no era esa su necesidad ni su motor de vida, la lucha, de alguna forma, su lucha y su búsqueda había terminado y todo estaba bien. Ahora debía pensar en otra cosa, en si mismo, en su vida, en su blanca y pacífica vida. ¿Qué iba a hacer? Desarrollar la idea que meses atrás al guardar el recipiente con las pastillas había planteado y tenia en espera. Era el momento perfecto, todo estaba tan bien que nadie notaría su ausencia, que nadie se imaginaría de que un hombre así, pudiera ser capaz de hacer algo semejante. Era tan perfecto, que la única posibilidad para ese día era morir.

En su casa respetaban su espacio desde el momento en que él cerraba la puerta, motivo por el cual siempre echaba llave, sabiendo que nadie iba a entrar para sentirse más cómodo, para no tener que pensar en de pronto tener que pararse y tirar la puerta porque alguien sin querer e inescrupulosamente se atreviera a violentar el margen de lo que era su habitación cerrada. Su espacio propio de él.

Se levantó de su cama y salió a comer alguna cosa. Durante las horas siguientes se dedicó a tomar aspirina para que su sangre se volviera agua, para que pudiera descontrolarse y desbordarse como río crecido en época de invierno. Para que nada pudiera controlar el derrame final, para que nada lo hiciera distraer en su viaje al nuevo mundo, al infinito e inerte negro.

Llego la tarde, y la puesta del sol señalaba la hora del acto. El hombre destapó las pastillas para dormir, y en un banquete de tan solo unos pocos minutos fueron devoradas. Delicioso manjar, que ayudaría a que el viaje al fin fuera más cómodo, menos turbio y de concentración mayor. Así alcanzaría a dialogar con sus más ancestrales espíritus y a calmar a sus más ferozes demonios, para que también en su conciencia estuviese todo terminado también.

Fue larga la espera, la noche ya asomaba las primeras caricias de luna en el pavimento y las ventanas de la cuadra. Iluminaba el rostro del hombre que se sentía muy atraido por ella. Pensó en algún momento que por efecto de su sangre aguada que la luna lograba tal efecto sobre su cuerpo, sobre sus ojos. Casi lograban una unidad completa y no notable a los ojos de nadie.

El sueño comenzó a apoderarse luego de una larga espera causada debido a su insomnio letal, pero por fin todo había dado resultado, solo faltaba el paso final. Así que sacó su barbera y de un manotaso y sedado por el sueño, cortó su brazo.

Ha caido el hombre, en su cama, con su brazo en cascada de sangre, dormido. Ha iniciado el hombre su último viaje, su última tarea, así pues, todo estaría pronto cumplido y culminado.


Pero algo sucedió. Llegaba un amigo a casa de él, un amigo al que había cogido mucho aprecio por como trataba a su mamá, y vió que un gato entró por la ventana del cuarto del hombre. Subió angustiado de que el gato fuera a dañar a su amigo, la puerta estaba con llave y entonces se angustió aún más de pensar que estaba dormido y el gato podria dañar sus cosas o dañarlo a él, se apresuró a abrir la puerta.

Una vez abierta vió lo inesperado. Su compañero, tendido en la cama desangrándose. Lo agarró, lo voltió, intentó reanimarlo, lo cargo y lo llevó hasta la clínica en donde esperaron durante tres días su recuperación. ¿Qué sucedió? ¿Por qué no lo había dejado morir?

El hombre al despertar, comprendió que tal vez no todo estaba cumplido, que tendria nuevos retos en la vida, que posiblemente tuviera que separarse de toda su familia para permitirse soñar y ampliar sus horizontes. El hombre volvió a nacer, pero nunca dejo de pensar que cuando todo estuviese listo nuevamente, lo volvería a intentar. Porque ¿quién sino él tenia derecho de decidir sobre su vida?

Hoy agradece la oportunidad que le fue dada de seguir viviendo, agradece a ese gato del infierno que vino por él por que perdió la partida al ser visto por su amigo. Agradece la posibilidad de nuevas oportunidades, aventuras, amores y amistades. Agradece todo lo que ha perdido, lo que tiene, lo que no, y lo que vendrá. Pero solo él sabe que no se dejara coger ventaja de la muerte, sino que también con ese reto cumplirá.

lunes, 4 de agosto de 2008

Los cinco

INTRO
Todo sucede dentro de la cotidianidad de un grupo de amigos, sus entornos, problemas y alegrías. Sus vidas, dentro de una congestionada ciudad, pero inmensa, en donde los problemas desaparecen en medio de tantas dimensiones y personas, son solo unos más. Cinco, dentro de varios millones de personas.


DÍA 1
Bogotá: en algún bar de la zona rosa de la ciudad, tarde en la noche se encuentra Gerardo con su amigo José Fernando dispuesto a celebrar su cumpleaños, o mejor dicho, a intentar pasarlo por alto como cualquier otro día de fiesta y mucho alcohol, pues siempre dentro de sus amigos se sabía lo doloroso que resultaba para él cumplir años, motivo por el cual había decidido nunca volver a hablar del asunto sino más bien reunirse como un día cualquiera, a hablar, bailar con alguna que otra mujer y embriagarse para luego salir a deambular por las solitarias calles de la ciudad, hasta llegar cada uno a su destino o hasta donde el cuerpo les diera, durmiendo sin ningún problema en medio del frío acostados en algún parque, o en alguna esquina donde la fría brisa se cortara un poco.

Ya dentro del bar con un par de cervezas encima, Antonio llega, y al entrar comienza a buscarlos. Siempre caracterizado por pasar abriéndose campo entre la gente a empujones, mal encarado, pero con una sarcástica sonrisa en su rostro. Finalmente se encuentra con sus dos amigos. Pregunta por Santiago y por Eduardo, pero al parecer nadie tiene razón alguna de ellos, nadie ha hablado con ellos, y ninguno sabe si irán o no. Al parecer, Santiago se encontraba enfermo, motivo suficiente para quedarse en su casa, y mejorarse a punta de ibuprofeno y agua con sal. No se sabía nada más.

Pasó el tiempo, los tres muchachos se quedaron sentados casi toda la noche, únicamente volteaban el cuello para mirar una que otra mujer, y se paraban solo para ir al baño a orinar.

En una de esas largas charlas en la que se veían inmersos muchas veces estos amigos, el ambiente comenzaba a calentarse, los ánimos comenzaban a subir con velocidad y ellos, en vez de pelear entre ellos cruzaban entre sí miradas de odio, y alguno se paraba hacía algo y se ponían a pelear con otra gente igual de borracha y caliente.

José Fernando volteó su mirada a Antonio, lo miró con odio, se levantó de la silla y a una joven que estaba bailando con su novio le metió una palmada en la cola. Dando inicio a un tropel en donde prácticamente todo el mundo terminó involucrado, un caos completo, la pasión de estos jóvenes. Destrucción, botellas rotas, olor a alcohol, sudor. Sangre.

Llega la policía y aprovechando el desorden salen estos tres muchachos despavoridos a correr por las calles para evitar caer presos en la redada policial. Llegan a una tienda compran algo de alcohol se sientan, se sonríen, se abrazan. Hablan, recuerdan lo sucedido, hacen bromas se tambalean, se empiezan a quedar dormidos y Gerardo los invita a su casa para que duerman. Suficiente para la noche. Están exhaustos, extasiados pero el cansancio les gana la batalla…


DÍA 2
…suena el despertador de Eduardo, se levanta de la cama, se fuma un cigarrillo, pone música a todo volumen, se mete a bañar, se arregla, se prepara un sándwich, sale de la casa y se va a la calle. Pide un celular a un ambulante y llama a Gerardo, que se encuentra aún acostado, algo enguayabado y le dice que va para allá con Sandra y Jimena, dos amigas enamoradas pero a las que él nunca les había dado más que una amistad, y alguno que otro polvo de borrachera y arrechera. No más, era muy despreocupado como para enredarse en alguna relación con una vieja.

Finalmente llegan a donde Gerardo, entran, apenas se está terminando de bañar Antonio, los otros dos ya están listos. Llevan un arroz chino y almuerzan todos juntos.

Prenden la TV y ven en el noticiero que en la noche anterior en el sitio donde estuvieron y a raíz de la pelea ocasionada por José Fernando resultaron dos personas en coma y otras tres con cortadas severas en torso, pulmones perforados, y que se encuentran internados en el hospital, en urgencias. Apagan la TV. Nadie menciona nada de lo sucedido, pues ninguno de ellos había sido. Alguno dice: “A todo el mundo le gusta la pelea, pero siempre hay unos a los que se les va la mano y nos hacen quedar mal, como los verdaderos culpables cuando son ellos los que están ahí, esperando que algo pase para volver a todo el mundo mierda, no entienden nada, se creen dueños de la vida, no miden sus daños, nosotros sí”.

Eduardo los mira, les sonríe para relajarlos y les dice: “Menos mal no estábamos todos, ¿se imaginan?”

Se preparan para salir a caminar un poco por la ciudad. Pero Gerardo decide quedarse en casa con Jimena. Los demás salen, quedan de encontrarse nuevamente más tarde, por la noche.

Sandra se va a la casa, pues no se siente bien, está regluda. Antonio, Eduardo y José Fernando se burlan entre ellos. La suben en un taxi y quedan solos. Deciden ir entonces a algún mirador en la ciudad a ver el atardecer. Compran unas cervezas, y comienzan la caminata. Llegan al sitio perfecto. Se sientan sobre una gigantesca piedra…llaman a Gerardo y a Santiago y ambos llegan más tarde juntos al lugar. Bailan, tocan un rato, fuman, beben y bajan. Al bajar se propone hacer alguna cosa, pero parece que los ánimos no están para rumba, así que Gerardo se va, José Fernando también, Antonio recibe una llamada de una amiga y parte a casa de ella. Dice que hay una fiesta, Eduardo y Santiago dicen que van a dar una vuelta y que llegan después.

Dentro del grupo los más unidos y confidentes de los cinco habían sido siempre Eduardo y Santiago, terminan metidos en un bar tranquilo hablando y tomando cerveza. Mientras les sirven más, Santiago comenta a Eduardo que está cansado de vivir, que no sabe qué hacer con su vida, que quiere desaparecer. Eduardo, con su serenidad de siempre pero revuelto por dentro le dice que él no es nadie para ayudarlo a tomar ese tipo de decisiones pero que creía que no era lo correcto. Y que sin embargo no se sintiera mal por eso y que mucho menos pensara en esas cosas estando con tragos en la cabeza. Terminan, y deciden ir a casa de la amiga de Antonio a pasar un rato y despejar un poco la mente, también a comer lo que puedan de la nevera.

Una vez en el lugar, Eduardo apenas puede comenta la situación de Santiago a Antonio, pero este no le para muchas bolas, solo cuando la gente comienza a irse y quedan pocos se le acerca a Santiago, le da un beso en la mejilla, un abrazo y le recuerda que la vida es para pasarla bien, que no se desgaste pensando cosas que no son, y que más bien aproveche los buenos momentos y las buenas oportunidades que tiene, él lo mira con cierta melancolía y le regresa el abrazo. Comenta la amiga de Antonio “estos tipos se adoran como nadie en el mundo”.

PERO PRONTO COMIENZA EL DESMORONAMIENTO DEL GRUPO, DE CINCO MUCHACHOS QUE CRECIERON JUNTOS Y TODA UNA VIDA LA SINTIERON COMO HERMANOS, ERAN MAS SANGRE QUE PADRE E HIJO, ESTABAN MAS UNIDOS QUE MUCHOS MATRIMONIOS.

Termina la reunión, Antonio se queda en casa de su amiga esa noche, Eduardo se va a casa de Santiago con él, pues no quiere dejarlo solo. Se acuestan a dormir, pero Santiago no logra conciliar el sueño. Se monta sobre Eduardo, lo despierta, cuando este abre los ojos, nota que Santiago tiene un revolver en su cabeza, lo mira con odio, y le dice, hermano, lo amo, hasta acá fue. Presiona el gatillo, Sangre, éxtasis. Dolor, muerte.

Cae un fuerte aguacero, Eduardo no sabe qué hacer, dura unos segundos con el cuerpo de Santiago sobre él, luego reacciona, lo empuja y trata de reanimarlo, no puede, sale despavorido por la calle, llueve torrencialmente, llega a casa de Gerardo muy angustiado, le cuenta lo sucedido. Llaman a Antonio pero este no responde. Y regresan al apartamento de Santiago donde se encuentran con José Fernando. Todos contemplan el cuerpo del amigo fallecido, llaman una ambulancia. Eduardo está en shock. Consigue pastillas para dormir, las pasa con un poco de alcohol y se duerme. Gerardo y José Fernando lloran. Se quedan los tres, se llevan el cuerpo del amigo…


DÍA 3
Antonio entra a patadas al apartamento de Santiago y encuentra a sus tres amigos tendidos en el suelo, mirando al techo. Eduardo sigue sin reaccionar, agarra a todos e intenta ponerse al tanto de la situación que parece no asimilar tampoco.

(Eduardo no entiende cómo pasó todo. Como él, quedándose con su amigo no fue capaz de hacer nada, de salvarlo, de evitar lo sucedido, se culpa de todo).

Mientras Gerardo, José Fernando y Antonio hablan de lo sucedido y se duelen mutuamente, Eduardo se pone de pie, se dirige hacia la puerta, Antonio trata de detenerlo pero es detenido antes por Gerardo, y sale.

Agarra el carro y se va desputado por la vía más desocupada que encuentra, dando, gritos, alaridos, llorando, sin pensar ni medir la velocidad, hasta que se detiene cierra los ojos, recuerda momentos…

…se encuentran nuevamente esa noche, en la sala de velación. Todos se encuentran muy tristes, pero Eduardo está enloquecido. Llega sin arreglarse y en un estado que pone a todo a sus amigos alerta, casi que no logra tenerse de la borrachera. Viendo esto y angustiados, deciden darle un poco de perico para que disimule un poco la situación. Par pases, se dirige al ataúd de su amigo, lo contempla unos minutos, tiene por un momento una visión, es algo que es tan palpable que no puede ser una simple alucinación, el cadáver le habla y él a este, se despiden, pero Santiago le advierte que pronto se volverán a ver. Se da la vuelta, mira a sus amigos, y se va. Nadie le dice nada ni intenta detenerlo.


DÍA 7
Los cuatro amigos se encuentran contemplando la tumba de su amigo muerto. Van comen algo, todos muy callados, aún muy incrédulos de lo sucedido. Van a un bar de la ciudad, toman mucho, a duras penas se pueden tener. José Fernando y Antonio deciden irse a caminar, pero Gerardo y Eduardo se quedan en el bar.

En la calle se encuentran con unos tipos que los van a robar pero les pelean. Los ladrones sacan puñal. Apuñalan a ambos. Antonio muere al instante y José Fernando alcanza a ponerse de pie, contemplar a su amigo y colapsar junto a él.

Ya es mucho el perico que se han metido Eduardo y Gerardo, no se sienten bien pero sin embargo siguen tomando. En casa de Gerardo, Eduardo saca un poco de heroína que desde la muerte de Santiago estaba consumiendo. Le ofrece un poco a Gerardo, y se inyecta, tanto que luego de una serie de alucinaciones, le llega una sobredosis y muere.


DÍA 8
Gerardo despierta en el hospital, no sabe que sus amigos han muerto y no se le da oportunidad de saberlo, pues llega una terapeuta a ofrecerle tratamiento en un centro de rehabilitación fuera de la ciudad. Lo montan en un bus…
…se lo llevan lejos de todo, el logra escapar. Y termina en la playa, se queda viviendo con una mujer que le encanta y con la que tiene hijos, no se mueve del mar, fuma porro y contemplando la inmensidad del mar, recuerda a sus amigos y los siente con él. Vivos.