jueves, 6 de noviembre de 2008

Partidas planeadas inesperadas

Un día como hoy jamás habria imaginado que sería la última vez que te vería y mucho menos, que la última imagen tuya me impidiera ver tus ojos, tu sonrisa, tu gorra característica e inseparable que siempre te acompañaba a donde fuera que fueses. Un día como hoy, hace seis años terminó lo que hasta ese momento había sido el momento más feliz de mi vida, el momento más alegre. El momento en el que no era necesario estar pendiente de mirar alrededor a ver quién juzgaba o quién era bonito pues para nosotros, lo importante siempre fue estar juntos, querernos tanto que no era necesario buscar más belleza pues siempre en el otro la tuvimos toda. Física e intelectualmente.

Los conciertos nos abrieron la puerta a una realidad desconocida, a un claro oscuro que en nuestro diario vivir comenzó a reflejarse y a llenarnos de valor en una lucha característica de una rebeldía justificada por lo normal que para nosotros era no estar de acuerdo con los demás, no por gusto, sino por vida.

Sin alardes de ningún tipo, ni falsas pretensiones de belleza forjamos una amistad, un amor, una sinceridad, y una vida de la cual nunca nos arrepentimos ni nos sentimos fastidiados. La relación perfecta, la relación que todos sueñan, y que yo, a mi prematura edad ya me atrevía a vivir. Tu en el bajo y yo en la guitarra, tocábamos horas componiendo o improvisando canciones y prosas de todo tipo.

En los conciertos, dedicábamos las canciones uno al otro. Nos llenábamos de la energía característica de estos. Bailábamos, nos atrevimos a abrazarnos en medio de la multitud juvenil, cerrar los ojos y apretarnos sin importar nada más. No faltaba una que otra pelea o inconveniente de los cuales no siempre salíamos librados. Compartíamos los cigarrillos, la música, la noche, la ciudad, la aventura y el recorrido a pie.

Jamás pensé en lo verdadero de una relación de este tipo, jamás entendí por qué ante la enfermedad sucumbiste a la tentación y te dejaste destruir escudado en el alcohol y la cocaína que nunca te acepté.

Los debates en el foro, el intercambio de canciones por Messenger, el descubrimiento de bandas que se han convertido en iconos de la música con el transcurrir de los años. Los pantalones rotos a causa del trato y del asfalto antes de que se convirtieran en publicidad de jóvenes alternativos y rebeldes sin causa diferente al dinero. Las orgías, la playa, los cuerpos mojados, los abrazos prolongados, los besos tímidos y apasionados, y lo mejor, naturales, no basados en nada ni en nadie, no existía ningún modelo a imitar, éramos nosotros dos únicamente, el resto no importaba, no era necesario, no existía. El querer llamar, el querer estar siempre dando sin esperar nunca nada a cambio hizo que las cosas lograran un valor incalculable. Largas caminatas sin un peso en el bolsillo cuando me buscabas en algún lugar y me recogías. Viviendo al límite, sin miedo a nada, sin miedo a la muerte. Bajo la idea del buen vivir, de disfrutar la vida y no de resguardarse para prolongar lo inevitable.

Un día como hoy me despertó una llamada de larga distancia. Nunca antes había recibido semejante sorpresa, pero para mi asombro era para dar malas noticias. Al parecer se te había ido la mano o habías tomado la decisión que no muchos somos capaces de tomar por falta de valor, o de impulsos. Al parecer no había manera de regresar el tiempo para haber hecho caso a tu llamada y acompañarte, probablemente habría evitado el acontecimiento fatal, probablemente lo habríamos compartido, probablemente simplemente, se habría prolongado otro tiempo.

Ese día no pudimos vernos, primero te llamé a hacerte una invitación, pero a última hora me cancelaste por motivo de tu novia. Luego me llamaste a decirme que estabas solo, que necesitabas que nos viéramos, que habías peleado con ella y que no querías más seguir con una mentira que te estaba carcomiendo, que estabas enfermo, que estabas deprimido.

Me aterré, nunca soporté tus depresiones a causa del alcohol, donde mandabas a todo el mundo a comer mierda y no dejabas que nada ni nadie se te acercara, mas sin embargo, siempre tuve la magia de poder lograrlo y de poder tranquilizarte, de animarte a seguir adelante, pero ese día las cosas no se dieron y por primera vez, no hubieron coincidencias haciendo tal vez, que todo se hiciera más fácil para ambos y que las cartas se echaran sobre la mesa sin ningún tipo de vergüenza ni de reparo.

Desde Medellín, la llamada me dejó pasmado, pero a la vez incrédulo, así que no tuve más opción que llamarte a tu apartamento, para saber que estabas bien, que nos veríamos, para escuchar tu vos, y hacer de la noticia una broma pesada. Lastimosamente no fue así.

Timbró varias veces el teléfono, se descolgó y sonó la vos de la señora que iba los fines de semana a ayudarte con el aseo. Pregunté por ti. Me dijeron que no estabas, pregunté donde te encontraba…

…acto seguido me dijeron que te velarían en la funeraria Gaviria. Solté el teléfono, era muy temprano. Me vestí sin baño ni bocado alguno, salí de casa con la mayor calma posible. Camine un par de cuadras pero para no soltar ni una sola lágrima comencé a correr tan rápido como pude hacia tu morada. Al llegar conocí a tu mejor amigo, hoy en día nos llevamos muy bien, qué forma de presentarnos tan extraña, siempre fuiste lúgubremente mágico en tus acciones. Qué encanto tan decente. Qué buena forma de lograr que de tus personas más cercanas, para poder verte, estuvieran juntas, ante la pena que de pronto te daba el pensar que te encontrarían como no esperaban.

Luego de un dar y recibir argumentos, nos permitieron entrar a verte. Para mi sorpresa, no estabas en tu apartamento sino en la terraza del piso dieciséis. Subimos en silencio, con el frío que abrazaba la mañana y ponía nuestras pieles de gallina. Con la mirada de las personas que curioseaban el lugar. Nos aproximamos a nuestro encuentro, a nuestro último encuentro.

Reconocí inmediatamente tus zapatos sobre el suelo, recostados, y llegué en un momento donde no era necesario ver más, el resto lo cubría la bolsa negra. Medicina legal mostró un aterrador porcentaje de licor que debería ser sangre, adicionalmente mucha cocaína, y tres botellas de aguardiente en la ventana del piso veinte. La historia era clara, ya habías tomado la decisión. Llamaste a despedirte, no se pudo, y para ambos fue mejor.

Un día como hoy, le dije adiós a una persona que marcó mi vida para siempre. No fui a tu entierro, no asistí a tu velorio. La banda decidió cambiarse el nombre y mudarse a otra ciudad, guiados por el camino de la perdición y la negación. Lloré mucho, nunca me ha gustado hacerlo, y dada la ocasión me fue imposible, me fue imposible ocultar el destrozo, el dolor, la ausencia, el corazón roto, la conciencia de no poder hacer nada, de no poder cambiar las cosas, la realidad. No encontré refugio en nada ni en nadie. Cerré mi cabeza, y me dediqué a seguir viviendo, solo, sin deseos de nadie, ni de abrirme la puerta a nuevos amores siquiera y hoy seis años después, aún te encuentro en mis sueños. Aún me acompañas, a veces me haces daño, otra me reconfortas el espíritu quebrantado.

No fui capaz en mucho tiempo de ir a visitar tu tumba, no lo consideré necesario en la medida que no me parecía justo estar visitando la tumba y no haber tenido posibilidad de verte esa noche. Me culpe por mucho tiempo. De pronto me lo merecía, para visitar tu tumba tenía toda una vida, pero esa noche fue única, esa invitación que te hice y que tú me hiciste y que no pudimos acceder no se volvería a repetir jamás. Qué dura lección.

Me vi en un escenario luego de unos meses, tocando en tu nombre, un homenaje con las bandas y grupos que de la mano siguieron tus pasos, que contigo se la gozaron y la disfrutaron. Recordando un poco a aquellos que en su camino se rinden, con todo el derecho. Viviendo aquel himno, 'Bro Hymn', recordando dolores ajenos y viviéndolo, pero feliz de poder sentirte en medio de nosotros bailando, saltando, sudando, sonriendo, y acariciando nuestras caras por medio del poco aire que entraba y refrescaba nuestros acalorados cuerpos. Recuerdo algo del repertorio de ese día, con temas que se me quedaron en la cabeza. Solo espero en donde sea que estés, te encuentres bien, estoy seguro que así es, que encontraste la paz que este mundo no te dio, y que la gente que te rodeaba en su mayoría te impidió. Desde ese día no he guardado luto por nadie.

Hoy me encuentro bien, rodeado de amigos que en el poco tiempo me han demostrado que lo darian todo por mi bienestar, otros que no tanto, pero me comprenden y defienden. Algunos con los que he dejado de hablar por simples situaciones, y espero, que no sea un entierro la cita que hoy no aceptamos le que nos obligué a reunirnos en silencio y contemplación. De un amor que ha llegado a ser más fuerte que el que sentía por tí, complicado pero verdadero.

De alguna forma sé que estás y sigues presente, gracias amigo por existir, gracias por ser, por nunca apartarte, y por siempre demostrarme que podía contar contigo. Ya nunca nos veremos, pero de todas formas, no necesitamos. Gracias amor por ser para mí, por hacerme sentir tus ojos siempre en mí así no te estuviera viendo. Gracias muchacho por tu sonrisa, tu locura, tu música, por todo. Gracias.

“…you die, I die, that’s the way it is…”